¿Hemos sentido compasión en algún momento por un hermano? ¿Lo hemos ayudado o ignorado? Esta octava estación del Vía crucis, nos llama a reflexionar sobre nuestro comportamiento con los demás, cuántas personas con hambre, enfermas, en las cárceles, en las calles, cuántos niños abandonados o cuantos ancianos olvidados y nosotros posiblemente no miramos el dolor ajeno.
En medio de nuestra pobreza podemos ayudar, no es necesario poseer fortunas ni riqueza, cuando en verdad tenemos la intención de dar. Con una palabra, un abrazo, un vaso de agua, una sonrisa o unas gracias, estamos dando y amando a nuestros hermanos, miremos con compasión a quienes nos necesitan, demos un poco de lo que tenemos y el gozo en nuestros corazones será manifiesto.
A continuación la Octava Estación del Vía crucis: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén:
V- Te adoramos Oh Cristo y te bendecimos,
R- Que por tu Santa Cruz, redimiste al mundo.
Consideración:
No era para menos, el dolor infinito que estaba experimentando Jesús era evidente, las mujeres piadosas que observaban no podían contenerse y sus lágrimas empezaban a brotar incesantemente, era impotencia y mucho dolor el que ellas sentían, ver a su Maestro sufrir injustamente una dolorosa pasión, pero hasta el último momento la humildad y preocupación de Jesús se manifestaba. Eran sus palabras las que buscaban entonces reconfortar el dolor de las mujeres que allí estaban: “No lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestros hijos”.
Cierro mis ojos,
Y con mi corazón me aferro a ti mi buen Jesús,
Danos la humildad que tuviste en todo momento,
La confianza y fe absoluta que como cristianos a veces carecemos,
Danos tu bendición y perdónanos te lo imploramos.
Amén.
Rezamos un Credo al finalizar esta octava estación, y nos comprometemos a dejar de un lado los malos sentimientos y mirar con compasión a quienes nos rodean.