Noticias Cristianas

Evangelio del día 24-09-2017

Evangelio del Domingo, 24 de septiembre de 2017:

Isaías 55, 6-9:

¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca!

Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva el Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.

Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos –oráculo del Señor–.

Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.

Salmo 144:

De David.

Bendito sea el Señor, mi Roca,

el que adiestra mis brazos para el combate

y mis manos para la lucha.

El es mi bienhechor y mi fortaleza,

mi baluarte y mi libertador;

él es el escudo con que me resguardo,

y el que somete los pueblos a mis pies.

Señor, ¿qué es el hombre para que tú lo cuides,

y el ser humano, para que pienses en él?

El hombre es semejante a un soplo,

y sus días son como una sombre fugaz.

Inclina tu cielo, Señor, y desciende;

toca las montañas para que arrojen humo.

Lanza un rayo y dispersa a tus enemigos,

dispara tus flechas, y confúndelos.

Extiende tu mano desde lo alto,

y líbrame de las aguas caudalosas;

sálvame del poder de los extranjeros,

que dicen mentiras con la boca

y tienen las manos llenas de traición.

Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo

y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas,

porque tú das la victoria a los reyes

y libras a David, tu servidor.

Líbrame de la espada maligna,

sálvame del poder de los extranjeros,

que dicen mentiras con la boca

y tienen las manos llenas de traición.

Que nuestros hijos sean como plantas,

florecientes en plena juventud;

que nuestras hijas se asemejen a columnas,

esculpidas como las de un palacio.

Que nuestros graneros estén repletos

con productos de todas las especies;

que nuestros rebaños se reproduzcan a millares

en todas nuestras praderas.

Que nuestros bueyes estén bien cargados,

que no haya brechas ni aberturas en los muros

ni gritos de angustia en nuestras plazas.

¡Feliz el pueblo que tiene todo esto,

feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor!

Filipenses 1, 20c-24.27a:

Cristo será glorificado en mi cuerpo.

Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.

Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir.

Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor,

pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo.

Tengo la plena convicción de que me quedaré y permaneceré junto a todos ustedes, para que progresen y se alegren en la fe.

De este modo, mi regreso y mi presencia entre ustedes les proporcionarán un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús.

Solamente les pido que se comporten como dignos seguidores del Evangelio de Cristo. 

Mateo 20, 1-16:

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.

Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.

Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,

les dijo: «Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo».

Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.

Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: «¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?».

Ellos les respondieron: «Nadie nos ha contratado». Entonces les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña».

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: «Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros».

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.

Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.

Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,

diciendo: «Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada».

El propietario respondió a uno de ellos: «Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?

Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.

¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?».

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».


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