Santa María de Egipto. Tras una vida pecaminosa donde se dedicó a la prostitución, Santa María de Egipto, termina por vivir una vida de retiro en el desierto, para pagar por sus pecados bajo estricta penitencia. Hoy día 3 de abril, la conmemoramos como una mujer santa.
La joven María cometió toda clase de impurezas con su cuerpo y espíritu, y hasta terminaría por corromper a otras personas. Tiempo después, se une a un grupo de peregrinos de Egipto que iban a visitar el Santo Sepulcro de Jerusalén. A la entrada de aquel santo lugar, María de Egipto siente que “algo” misterioso no le permite la entrada por más que ella intentara ingresar al lugar, hasta que finalmente escuchó una voz que pronunció: “Tú no eres digna de entrar a este sitio sagrado, porque vives esclavizada del pecado”.
Asustada, María comenzó a llorar, y luego al levantar su mirada, se topó con la imagen de la Santísima Virgen María. A pesar del temor que sintió al principio, pudo notar que la Santa Madre la miraba con cariño y compasión. Decide entonces ponerse de rodillas y rogar: “Madre, si me es permitido entrar al templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia”.
Finalmente, se le es permitida la entrada, por lo que María de Egipto pasó largas horas llorando en aquel sagrado lugar, hasta volver a escuchar una voz que le decía: “En el desierto más allá del Jordán, encontrarás tu paz”.
Así fue como esta santa mujer llegó a pasar 40 años en el desierto, rezando, meditando y haciendo penitencia. Según la tradición, un sacerdote de nombre Zózimo, la encontró un día en el desierto, aunque María tenía una impactante apariencia de sólo huesos, el sacerdote le pregunta si era un monje, y ella respondería: “Yo soy una mujer que ha venido al desierto a hacer penitencia por sus pecados”. De ahí, María de Egipto le narraría su historia, y le pediría que no la contara mientras ella no hubiese muerto.