San Policarpo. Nacido en Esmirna, Anatolia, en el antiguo Imperio Romano, hacia los años 68 – 69 de la era cristiana. Fue un Obispo Romano de la Iglesia Cristiana Primitiva (llamada así por abarcar la etapa histórica anterior al Concilio de Nicea). Es el santo que celebramos el día 23 de febrero.
Considerado como padre apostólico al haber sido un creyente seguidor de la doctrina cristiana que, si bien perteneció a una generación posterior a los apóstoles de Jesús, estuvo de forma directa en contacto y relacionado con ellos, particularmente con San Juan Evangelista, de quien se cree, recibió la consagración como Obispo de Esmirna a finales del Siglo I.
De San Policarpo de Esmirna destacan notables obras como legados cristianos atribuidos a su creación, cobrando especial relevancia la Epístola de Policarpo a los filipenses, como un escrito de extraordinaria importancia histórica y literaria. Se le reconoce igualmente como maestro y mentor del célebre Obispo de Lyon, San Ireneo.
Relatos acerca de su historia indican que la muerte y martirio de San Policarpo de Esmirna ocurrió, como fecha probable, en el año 156 de nuestra era, cuando, traicionado por un criado de la casa de campo donde se refugiaba, a causa de la persecución iniciada en su contra, cayó en manos del Procónsul Romano Estacio Quadrato.
Condenado a la hoguera fue conminado a renegar y maldecir de cristo, a lo cual se negó de manera contundente aduciendo que, a Él había servido y dedicado con lealtad 86 años de su vida, por lo que no conseguía razón alguna para renegarlo o maldecirlo precisamente en el momento de su martirio. Estos relatos mencionan que San Policarpo pronunció unas bellísimas palabras en oración impidiendo que las llamas de la hoguera lo dañaran, por lo que entonces se ordenó que fuese muerto con una espada.
Dada su relevancia histórica y su legado a la vida cristiana que lo consagrara como Padre Apostólico, Policarpo de Esmirna recibió la Canonización por Culto Inmemorial