San Enrique Walpole, un humilde siervo de Dios cuya memoria se honra el 7 de abril.
San Enrique Walpole nació el 14 de febrero de 1604 en Docking, Inglaterra, en el seno de una devota familia católica. Fue el cuarto hijo de Christopher y Margery Walpole, quienes infundieron en él el amor por la fe.
Vida cristiana desde la juventud
Desde joven, San Enrique Walpole mostró gran interés en los asuntos religiosos y, a pesar de las dificultades de practicar el catolicismo en aquellos tiempos en Inglaterra, decidió consagrar su vida al servicio de Dios y de la Iglesia.
El llamado divino lo llevó a viajar a Douai, Francia, donde ingresó al colegio inglés para estudiar teología. Sin embargo, debido a una enfermedad, tuvo que regresar a Inglaterra. En su retorno, fue testigo del sufrimiento de los católicos y, con renovado fervor, decidió ingresar a la Compañía de Jesús en Watten en 1629.
Estudios:
Enrique pasó varios años en Lieja, donde continuó sus estudios teológicos y fue ordenado sacerdote en 1633. Como jesuita, se dedicó a la enseñanza y a la formación de jóvenes. Años después, fue enviado a Roma para perfeccionar sus estudios y, en 1636, recibió la orden de regresar a Inglaterra como misionero.
La misión en Inglaterra fue desafiante, pues el catolicismo era perseguido y los sacerdotes católicos vivían en peligro constante. Sin embargo, Enrique estaba dispuesto a enfrentar estos desafíos en nombre de su fe y por la salvación de las almas. Bajo el disfraz de médico, pudo brindar consuelo y guía espiritual a los católicos ingleses.
Obras y predicación del nombre de Dios
Un episodio notable en su vida tuvo lugar en 1637 cuando, durante una misión en Yorkshire, fue arrestado y encarcelado. Aunque logró escapar, este acontecimiento marcó un punto de inflexión en su vida, pues decidió dedicarse más plenamente a la predicación y a la reconciliación de los católicos en la clandestinidad.
Milagros:
En 1641, San Enrique Walpole participó en un evento milagroso que cambiaría su vida para siempre. Mientras visitaba a un enfermo que había sido condenado a muerte, el hombre se encontraba en una condición desesperada y sin esperanza de salvación. Enrique le administró el sacramento de la Extremaunción y, para sorpresa de todos, el hombre se recuperó milagrosamente y fue liberado de la prisión.
Este milagro atrajo la atención de las autoridades, que pronto arrestaron a Enrique y lo llevaron ante la justicia. Fue acusado de ejercer ilegalmente su ministerio sacerdotal y de conspirar en contra de la corona. A pesar de las torturas y la presión, San Enrique Walpole nunca renunció a su fe y, en todo momento, se mantuvo firme en su convicción y devoción a Dios.
Condena y muerte
Fue condenado a muerte y, el 7 de abril de 1644, fue llevado al patíbulo en York, donde sufrió el martirio por su fe. A lo largo de su proceso y ejecución, San Enrique Walpole demostró una serenidad y fortaleza espiritual que dejó una impresión duradera en aquellos que presenciaron su muerte. Sus últimas palabras fueron una oración por sus verdugos y por la conversión de Inglaterra al catolicismo.
El ejemplo de San Enrique Walpole ha sido recordado y venerado a lo largo de los siglos. Fue beatificado en 1929 por el Papa Pío XI y, posteriormente, canonizado en 1970 por el Papa Pablo VI. Su legado de amor y sacrificio en el servicio a Dios y a la Iglesia ha sido una fuente de inspiración para generaciones de creyentes.
Santoral del día 7 de abril:
- San Juan Bautista de la Salle: Sacerdote francés y fundador de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, dedicados a la educación de niños y jóvenes, especialmente aquellos de escasos recursos. Es el patrono de los educadores y maestros.
- Santa Flora de Córdoba: Mártir cristiana del siglo IX en Córdoba, España, durante la época de persecución bajo el dominio musulmán. Fue decapitada junto a su hermano en 856.
- San Hegesipo: Un escritor eclesiástico del siglo II que se cree fue convertido del judaísmo al cristianismo. Es conocido por sus escritos que describen la vida de la Iglesia primitiva.
