Hoy se conmemora la obra de San Juan de Capistrano, dedicado religioso y servidor ante la comunidad católica, divulgando con pasión y elocuentes palabras el amor del Señor ante los que le ignoraban. Como trabajador y presbítero, ingreso en una orden de humildes hermanos menores, con el objetivo de reforzar la fe entre los creyentes y contribuir ante las debilidades que el pueblo de Europa enfrentaba, San Juan se convirtió en patrono de los militares y capellanes.
En el año 1.386, un joven militar proveniente de Francia, se estableció con una mujer italiana, dando origen a Juan, un niño que impresionaba por su intelecto y cualidades académicas, volviéndose popular e incluso, con el poder para convencer a las personas naturalmente, se hizo gobernador para el pueblo de Perugia, sintiéndose atraído por una mujer de gran prestigio y contrayendo matrimonio, tornándose en un gobernado de costumbres diluidas, perdiendo su identidad.
La transformación santificada de San Juan de Capistrano
Para el Señor, Juan poseía magníficos planes en vida, haciendo que los conflictos internos en el gobernador, unidos a ciertas polémicas políticas, le enviaran a prisión, causando que el futuro santo se planteara el camino vivido y abandonase los lujos, volviendo con arrepentimiento a su hogar y pidiendo a los ciudadanos por el perdón. Recibiendo piedras e intensas humillaciones, Juan de Capistrano demostró el arrepentimiento en su corazón, siendo aceptado en la religión católica.
El trabajo entregado al hermano santificado
San Juan de Capistrano destaco rápidamente, sus métodos de austeridad, le permitían entregarse en cuerpo y alma, realizando grandes penitencias al caminar sin calzado alguno en tierras ardientes, reduciendo también sus horas de sueño para dedicarlas en oración y reflexión profunda. Debido a la experiencia política del santo, pudo facilitar su apoyo en una crisis de poderes católicos, sirviendo fielmente hasta partir en el año 1.456, siendo canonizado por Benedicto XIII en el año 1.724.