San Cirilo de Jerusalén fue un obispo y doctor de la Iglesia que es venerado como santo por la Iglesia Católica.
Servidor de Dios
San Cirilo nació hacia el año 315 en Jerusalén, en una familia cristiana. Se desconocen aspectos acerca de su niñez y juventud, pero se sabe que desde siempre estuvo involucrado en la religión.
Sintió algún tipo de afinidad por los arrianos, pero luego se apartó y finalmente terminó adoptando una postura ortodoxa.
Fue ordenado diácono en Jerusalén hacia el año 335, y estuvo al servicio de la Iglesia hasta que luego fue ordenado sacerdote diez años después.
Era un hombre que se caracterizaba por procurar la paz, aunque también era un verdadero oponente del arrianismo, al igual que muchos de los ortodoxos.
Su principal interés era defender la teología y tratar de combatir la herejía en la Iglesia, que posteriormente fueron las que hicieron que los paganos se convirtieran al cristianismo.
Obras
Participó en el Concilio de Nicea, donde mostró su apoyo a los Eusebianos, y esta postura fue algo que no le agradó a los partidarios de Arrio.
De manera que fue desterrado por su superior hacia el año 358. Estuvo desterrado hasta que el emperador Juliano II tomó el poder hacia el año 361, y regresó a Jerusalén.
Seis años después, cuando ascendió el emperador arriano Valente, fue deportado nuevamente. Finalmente, cambió su posición en el concilio siguiente, al considerarla la mejor alternativa, y le permitieron seguir en su jurisdicción hasta su muerte en el año 386.
San Cirilo es conocido por sus obras catequéticas con un alto valor de la doctrina cristiana, que escribió aproximadamente hacia el año 348, y que fueron las responsables de haberle hecho merecedor del título Doctor de la Iglesia, que recibió hacia finales del siglo XIX.
Su festividad fue establecida por el Papa León XIII en 1882 y es conmemorado cada 18 de marzo.