Santa Martina de Roma fue una noble romana que fue martirizada en el siglo III. Es venerada como santa por la Iglesia Católica.
Una mujer con convicción
La historia de Santa Martina se encuentra narrada por la tradición legendaria, que dice que era una diaconisa que pertenecía a una familia cristiana.
Al ser una mujer fiel a Dios, decidió repartir sus bienes entre los más necesitados, y no tenía miedo de profesar su fe. Pero por este motivo es que fue apresada durante el mandato del emperador Alejandro Severo y fue enjuiciada en un tribunal.
Fue llevada ante una estatua de Apolo, donde le pidieron que renegara de su fe, pero Santa Martina no quiso retractarse y cuenta la leyenda que la convirtió en pedazos hasta derribarse, lo que causó un terremoto que aplastó el templo y a los sacerdotes paganos que estaban en ese lugar.
Posteriormente también fue llevada ante la estatua de la diosa romana Diana, pero Santa Martina realizó el mismo prodigio que ante la estatua anterior.
Martirio
Sus perseguidores no desistieron, y sometieron a Santa Martina a una serie de tormentos crueles de los que siempre salió ilesa. Entre uno de esos castigos la echaron a un foso de leones, pero no la atacaron.
De manera que tomaron la resolución de decapitarla, y así murió martirizada hacia el año 228 en Roma.
El culto hacia Santa Martina de Roma se inicia hacia el siglo VII cuando el Papa Honorio I dedica una de las Iglesias del Foro Romano a esta santa.
Desde ese entonces se expandió su veneración, y se revitalizó cuando en el siglo XVII encontraron lo que pudieran ser las reliquias de Santa Martina.
Fue declarada como una de las patronas de la ciudad de Roma por el Papa Urbano VIII, y fijó su fecha litúrgica al 30 de enero.
