Santa Lucía de Siracusa fue una mártir cristiana que murió martirizada durante la persecución de Diocleciano.
Familia cristiana
Nació en Siracusa, una ciudad que pertenecía a la provincia romana de Sicilia, en una familia de padres nobles y ricos.
Fue educada desde pequeña en la fe cristiana, y decidió consagrar su vida a Dios, por lo que hizo un voto de virginidad.
Luego de la muerte de su padre, su madre, que estaba enferma, la compromete con un joven pagano.
Santa Lucía quiso librarse del compromiso y le dijo a su mamá que fueran a rezar a la tumba de Santa Águeda para poder curar su enfermedad, ya que era muy devota de esa mártir que había vivido medio siglo antes.
Su madre regresó curada luego de hacer esta peregrinación, de manera que Santa Lucía le pidió que anulara el compromiso porque quería consagrar su vida a Dios, y le permitió darle parte de su fortuna a los pobres.
Su pretendiente se vengó al acusar a Santa Lucía ante el Procónsul Pascasio, debido a que ella era cristiana.
Defender la fe
Santa Lucía fue arrestada y Pascasio le ordenó que hiciera sacrificios a los dioses paganos, pero la joven se negó rotundamente.
Pascasio se irritó y le ordenó a los soldados que llevaran a la joven a un prostíbulo para que fuera violada y así saliera contaminada.
Los soldados la amarraron pero al tratar de moverla no podían hacerlo ya que su cuerpo estaba rígido como una roca.
Cuando Pascasio se enteró de esto ordenó que fuera sometida al suplicio, pero como la joven no desistió, la condenó a morir martirizada.
Con relación a su martirio se cree que murió martirizada por uno o varios golpes de espada, o por decapitación. Durante su martirio siguió exhortando a los hombres para reconocer al Dios verdadero.