Santa Bárbara fue una mártir cristiana y es una santa reconocida por la Iglesia Católica. Es considerada la patrona de la artillería y minería.
Una joven cautiva
Santa Bárbara nació a principios del siglo III en Nicomedia, una antigua ciudad de Anatolia. De acuerdo a la historia, su padre fue un sátrapa llamado Dióscoro que la mantuvo encerrada para que ningún hombre admirara su belleza y para evitar el proselitismo cristiano.
De manera que tenía unos maestros particulares que le enseñaban varios temas, entre ellos poesía y filosofía.
Santa Bárbara se convierte al cristianismo y busca ser educada en la fe, por eso le envía una carta a Orígenes, que era un erudito de la Iglesia para que la instruya.
Luego de su bautismo, mandó a construir las ventanas de su habitación para que fueran tres en total, en representación de la Santísima Trinidad.
Morir por la fe
Su padre quería comprometerla en matrimonio, y cuando fue a verla ella le dijo que no quería casarse, se declaró cristiana y dijo que su único esposo sería Cristo.
Al ver que Santa Bárbara se había convertido, su padre quiso matarla en honor a sus dioses paganos, pero ella huyó y se refugió en una piedra que estaba abierta milagrosamente para ella. Pero, a pesar de que se refugió, fue capturada.
Existen varias historias con relación a su martirio, por lo que se dice que murió martirizada de la misma manera que San Vicente. Su propio padre la envió a ser juzgada en el tribunal donde la condenaron a muerte por decapitación.
Dióscuro la decapitó en la cima de una montaña, y se dice que un rayo lo alcanzó y murió también. El martirio de Santa Bárbara ocurrió aproximadamente en el año 306 cuando ella tenía 33 años.
El culto de Santa Bárbara inició en 1568, confirmado por San Pío V.