Santa Helena de Constantinopla, también llamada como Flavia Julia Elena, fue emperatriz del Imperio Romano y Santa de la Iglesia Católica y Ortodoxa del siglo III. Su fama trasciende a los hechos por ser una de las responsables del desentierro de la Cruz donde fue crucificado Jesucristo, y por ser, también, madre del santo Constantino I. Constantino I fue famoso por ser el primer emperador cristiano del Imperio Romano.
La historiografía suele ubicar su nacimiento en Drepano, muy al noroccidente de Anatolia, actual Turquía. Poco se sabe de la fecha exacta de su nacimiento, pero esta es frecuentemente colocada en el año 250 después de Cristo. Los rumores rezan que era hija de un sirviente de baja cuna, pero con todo, Helena de Constantinopla devendría en ser la primera esposa de Constancio Cloro.
Constancio Cloro se divorciaría de ella en 292, fecha en el que se decantaría por otra pretendiente. Sin embargo, antes de esto tendría un hijo con él. Su nombre sería Constantino, quien se convertiría años después en Emperador.
Contrario a lo que se suele esperar, fue Constantino I quien estimularía a su madre a convertirse al cristianismo. Constantino, tal como se dijo, fue el primer emperador cristiano, y su papel en la conversión de su madre sería principal.
Llevada por las riendas de su fe, Santa Helena de Constantinopla hace un peregrinaje hacia Tierra Santa, tal como muchos otros cristianos. Helena tendría un papel protagónico en la búsqueda de las reliquias más importantes de la cristiandad. Entre ellas, estaría la Vera Cruz, los restos de los Reyes Magos y los del Apóstol Matías, cuyas búsquedas todavía se teoriza entre diferentes escolares desde hace siglos.
Santa Helena de Constantinopla fallecería un día sin determinar del año 330 de nuestra era. Es recordada sobre todo por su papel en el desentierro de la Vera Cruz.