San Cirilo de Jerusalén. Fue obispo de Jerusalén, entre los años 350 y 386 y contribuyó enormemente a mantener la fe tradicional cristiana en uno de los momentos más críticos de su historia, además de haber dejado un extenso legado de catequesis y eucaristía, de un valor considerable, honrándolo, así como Doctor de la Iglesia. Es el santo que conmemoramos el 18 de marzo.
Antes de su elevación al episcopado, las catequesis impartidas por San Cirilo a los catecúmenos y a los recién bautizados, eran exposiciones admirables sobre los sacramentos y sobre la fe cristiana. Ya nombrado obispo, tuvo que defender la divinidad de cristo contra todas las sutilezas de la herejía arriana.
El legado cristiano de San Cirilo de Jerusalén, se puede contabilizar, no solo por su posición determinante y defensa de la unidad de la iglesia frente al arrianismo, conservando y manteniendo la idea de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, sino también, que se traduce en un legado de escritos y enseñanzas ecuménicas en los que plasma con gran sencillez, no solo la idea y formas del pecado, el bautismo, necesario como alianza para la vida cristiana, la penitencia y el Credo en general, sino también, la importancia de la comunión y el recibimiento del cuerpo de Cristo en al hostia de la eucaristía.
Fueron célebres las disputas de San Cirilo en la defensa de sus ideas ortodoxas e imperturbables, lo cual le valió haber permanecido 16 años en el destierro. Aun así, sus ideas en defensa de la divinidad de Cristo se impusieron y en el concilio de Constantinopla, llevado a cabo en el año 381, donde una asamblea plenaria del episcopado condenó por segunda vez el arrianismo.
Poco después del Concilio de Constantinopla, San Cirilo falleció en el año 386 a la edad de 72 años, presumiblemente en Jerusalén. Por su aporte a la vida cristiana y su defensa de la iglesia católica, es honrado como uno de sus doctores.