San Bonifacio de Lausana. Fue un célebre obispo de la ciudad de Lausana en Bélgica, además de extraordinario profesor universitario, predicador de la fe cristiana y evangelizador, quien padeció persecución política por su decisión de defender las directrices Papales. Es el santo que conmemoramos el 19 de febrero.
San Bonifacio, nació en el año 1181, en la ciudad de Bruselas, Bélgica, siendo descendiente de una familia prominente y sumamente católica que le inculcó, desde niño, la fe cristiana por lo que, su vocación sacerdotal, no tardó en florecer.
Recibido sacerdote, San Bonifacio asumió funciones en la catedral de Santa Gúdula, donde además destacó por su vocación evangelizadora, su piedad y dedicación de ayuda a los pobres y necesitados, así como por su actividad formativa de sacerdotes y confesor.
En el año 1222, San Bonifacio llega a la universidad de Paris, donde se forma y llega a ser catedrático en teología, pero, debido a problemas internos, debe abandonar esta cátedra la cual llevó con excelencia durante unos nueve años. De este modo, San Bonifacio se dirige a Colonia donde continuó su labor de formación y le fueron asignadas tareas de supervisión en escuelas monásticas.
San Bonifacio, fue un firme defensor de la Iglesia cuando el Papa decretó la excomunión del emperador Federico II, quien arremetió en contra de la autoridad Papal, siendo San Bonifacio uno de los clérigos que alzó su voz en defensa al derecho y soberanía del Papa para excomulgar.
Por su defensa del Papa Gregorio IX, San Bonifacio fue nombrado Obispo de Lausana, donde se destacó por su excelente labor pastoral y carácter noble y bondadoso, que le valió el aprecio de todos los pobladores. Pero, la paz de San Bonifacio se vería truncada cuando, las tropas enviadas por Federico II, lo capturaran para darle muerte, de la cual pudo escapar y ser protegido por la población.
Este hecho, marcó la voluntad de San Bonifacio, que pidió al Papa que lo liberara del obispado que había llevado con tanto celo y responsabilidad, manifestando su deseo de retirarse a la vida monástica en su amada congregación cisterciense de Bruselas, donde ejerció como capellán y, luego de haber cumplido una gran labor como obispo y hombre de entrega cristiana, falleció el 19 de febrero de 1260 en la abadía de la Cambre. Fue canonizado por el Papa Clemente XI en 1702.