San Onésimo. Fue inicialmente un esclavo que vivió en el siglo I, quien se hizo cristiano, evangelizador y llegó a ser Obispo de Éfeso. Celebre por su arrepentimiento y transformación espiritual, fue discípulo de San Pablo apóstol. Es el santo que conmemoramos el 16 de febrero.
Onésimo nació en el Siglo I, en Colosas, Turquía, descendiente de pobladores sencillos y pobres. Fue esclavo de Filemón, acaudalado cristiano residente de Colosas, a quien San Pablo dirige una de sus famosas epístolas, referidas en el libro del Nuevo Testamento.
Siendo esclavo de Filemón, San Onésimo hurta algunas cosas de su amo y decide huir para nos ser atrapado por la justicia. En su andar, se encuentra con al Apóstol San Pablo que se encontraba prisionero en Roma.
El encuentro con San Pablo resultó en la conversión de Onésimo al cristianismo y su bautismo, transformando por completo su vida errada y sin sentido, en una vida plena de bondad regida por la fe cristiana, al punto de ser un esclavo perseguido por la justicia a ser un evangelizador, tanto como haber sido designado Obispo de Éfeso.
La celebridad de San Onésimo es el vivo reflejo de lo que la caridad cristiana y la fe en la renovación en cristo para la vida eterna, pueden obrar en una persona que decide arrepentirse y abrir su corazón para recibir el espíritu santo.
Conforme a las escrituras, San Onésimo, convertido por el amor cristiano, fue enviado por San Pablo de vuelta a la casa de su amo Filemón, llevando consigo la renombrada epístola, en la cual recomienda el perdón y refiere la transformación de San Onésimo tras su bautismo. Su antiguo amo, decide, no solo perdonarlo y abrirle de nuevo las puertas de su casa, sino que le concede la libertad, a partir de la cual, San Onésimo emprende su prédica y evangelización en la región de Colosas.
Tras ser perseguido y encarcelado en Roma por orden del emperador Domiciano, San Onésimo muere entre los años 90 o 95, martirizado y lapidado, convirtiendo su martirio en la prueba de su santidad y veneración.