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Santa Perpetua y Santa Felicidad. Santo del día 07 de Marzo.

El 7 de marzo la Iglesia honra a Santa Perpetua y Santa Felicidad, dos mártires cristianas que entregaron su vida por Cristo en los primeros siglos del cristianismo. Su historia es un testimonio de amor inquebrantable a Dios, de fortaleza en la persecución y de esperanza en la vida eterna. A través de su sacrificio, estas santas nos muestran el camino de la fidelidad, recordándonos que, en medio de las pruebas, el Señor es nuestra fortaleza y nuestro refugio.

Una fe inquebrantable en tiempos de persecución

Corría el año 203 en Cartago, una de las ciudades más importantes del Imperio Romano en África. En aquellos días, la persecución contra los cristianos se había intensificado bajo el emperador Septimio Severo, quien consideraba que la fe en Cristo era una amenaza para la estabilidad del imperio.

Para los que habían recibido el Evangelio, confesar su fe podía significar la cárcel, la tortura o incluso la muerte. Sin embargo, muchos prefirieron afrontar el martirio antes que renegar de su Salvador.

Entre estos valientes cristianos se encontraba Vibia Perpetua, una joven noble de apenas 22 años, casada y madre de un bebé. Junto a ella estaba Felicidad, una esclava que también esperaba un hijo y que compartía la misma fe en Cristo. Ambas fueron arrestadas junto a otros catecúmenos que se preparaban para recibir el bautismo. Desde el inicio, su confianza en Dios fue firme: sabían que su destino estaba en Sus manos y que la verdadera vida no terminaba con la muerte.

El amor por Cristo por encima de todo

Cuando Perpetua fue encarcelada, su padre—quien aún era pagano—intentó convencerla de que renunciara a su fe para salvar su vida y poder cuidar a su hijo. Le suplicó con lágrimas, tratando de hacerla cambiar de opinión, pero ella respondió con palabras llenas de convicción:

«No puedo llamarme de otra manera que cristiana».

Perpetua había comprendido que su verdadera identidad no estaba en su noble linaje, en su condición de madre ni en el temor a la muerte. Su identidad estaba en Cristo. Sabía que seguirlo implicaba cargar la cruz y que su amor debía estar por encima de todo, incluso de los lazos más profundos de la vida terrenal.

Felicidad, por su parte, vivía una prueba aún mayor: estaba embarazada. Según la ley romana, no podían ejecutar a una mujer encinta, por lo que ella temía que sus compañeros fueran martirizados antes que ella y que quedara sola en su lucha. Pero Dios no la abandonó. Pocos días antes de la fecha fijada para la ejecución, dio a luz a su hija en la cárcel. Una vez que la niña fue confiada a una familia cristiana, Felicidad se sintió fortalecida y lista para enfrentar la prueba final con alegría y paz en el corazón.

La visión del cielo y la certeza de la victoria

El relato de la pasión de Santa Perpetua es uno de los más conmovedores de la historia cristiana, pues contiene visiones que ella misma escribió mientras estaba en prisión. En una de ellas, vio una escalera de bronce que llegaba hasta el cielo, pero estaba rodeada de espadas y ganchos que amenazaban a quien intentara subir. Al final de la escalera la esperaba un anciano vestido de blanco, que le dijo:

«Ven, hija mía, te espero».

Este sueño fue para ella una confirmación de que su sacrificio no sería en vano. Sabía que, aunque el mundo la condenara, Dios la recibiría en su Reino.

En otra visión, Perpetua se vio a sí misma transformada en un hombre fuerte que vencía a un terrible gladiador. Comprendió que la batalla no era contra carne y hueso, sino contra las fuerzas del mal, y que su victoria estaba asegurada en Cristo.

Un martirio lleno de gloria

El día de la ejecución, Perpetua, Felicidad y sus compañeros fueron llevados al anfiteatro de Cartago, donde una multitud esperaba ver su sufrimiento como espectáculo. Los hombres fueron entregados a fieras salvajes y las mujeres fueron expuestas ante una vaca furiosa que las atacó con brutalidad. Pero incluso en medio del dolor, no dejaron de alabar a Dios.

Finalmente, cuando llegó el momento de la muerte, Perpetua se levantó con dignidad y guió la mano del verdugo hasta su propia garganta, mostrando que no temía morir, pues sabía que la vida verdadera estaba en el cielo. Con su martirio, ella y Felicidad entraron gloriosas en la presencia del Señor.

Un mensaje para los creyentes de hoy

La historia de Santa Perpetua y Santa Felicidad nos sigue hablando hoy. Nos recuerda que la fe en Cristo no es solo una creencia, sino una entrega total de nuestra vida a Dios. Aunque en muchos lugares del mundo los cristianos no enfrentamos persecuciones como las de la antigüedad, también somos llamados a ser fieles en medio de las dificultades, a confiar en Dios y a ponerlo por encima de todo.

Ellas nos enseñan que la esperanza cristiana es más fuerte que el miedo y que, cuando vivimos con la mirada puesta en la eternidad, nada nos puede apartar del amor de Dios.

Que el ejemplo de estas santas mártires nos impulse a ser firmes en la fe, a vivir con alegría nuestra vocación cristiana y a recordar que, aunque en este mundo enfrentemos pruebas, nuestra verdadera patria está en el cielo.

Santa Perpetua y Santa Felicidad, rueguen por nosotros.


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