Hoy se conmemora la obra de San Amado de Remiremont, dedicado presbítero y abad destacado en su magnífica pasión por la vida simple, librándose de las tentaciones del mundo mientras se refugiaba en la oración profunda en la soledad. El santo también conocido como Amé, se convirtió en un maestro digno para el monasterio en Habend, el cual fundo con el sabio San Romarico.
Nacido en el año 565, en la tierra de Grénoble, no paso mucho tiempo para que este comenzara a instruirse en el camino del Señor, siendo enviado a la abadía al servicio de Agaunum para recibir la preparación adecuada durante casi treinta años, actuando como estudiante y ascendiendo naturalmente por su habilidad espiritual hasta convertirse en un religioso de admirable austeridad.
La reflexión de San Amado de Remiremont
Durante los estudios del santo, se dio cuenta de su clara preferencia por la soledad, ya que esta le permitía sumergirse con mayor cuidado en sus pensamientos y así amplificar la gratificación de sus oraciones. Buscando un resultado óptimo, Amado se retira a una cueva para comenzar una vida eremita, cuidando un pequeño huerto del cual se menciona estaba bendecido por el Señor y la providencia, haciendo que la abundancia fuera constante para alimentar al santo.
El regreso al servicio comunal y el retiro definitivo
Impresionado por la dedicación de San Amado, San Eustasio convence al mismo de volver a trabajar con un monasterio, haciendo de monje consejero en la conversión de almas donde logra cambiar por completo la vida de un merovingio de grandes riquezas, haciendo que el joven done bienes y transforme su pensamiento en bien del prójimo. El trabajo de San Amado lo llevo al retiro definitivo en el año 629, siendo canonizado por León IX en el año 1.049.