Hoy se conmemora la obra de San Juan Rigby, santo convertido en mártir que fue detenido durante el reinado de Isabel Primera, castigándolo por reanudar su relación con la religión y la iglesia católica, condenándolo a la horca. Nacido en el año 1.570 en Reino Unido, su origen viene de una familia de humilde linaje y con apenas sustento económico llevando al joven Rigby al trabajo doméstico y así traer ganancias para su familia.
Conociendo desde temprana edad las obras del Señor, su creencia en la religión católica se fortaleció rápidamente a pesar de las normas contra el catolicismo, siendo los gobernantes muy estrictos contra cualquier practicante de esta religión, obligándole en continuas ocasiones a realizar visitas en iglesias supervisadas bajo el control de Inglaterra. Dolido y avergonzado por sus acciones, el joven busco consejo y confesión con un sacerdote aprisionado, lo que le daría una nueva perspectiva.
La nueva visión de San Juan Rigby
Conmovido por la nueva guía tras su confesión, el santo se comportó de manera ejemplar al mostrar su verdadera convicción católica, siendo elegido por el Señor para traer a los católicos desesperanzados el amor del Creador y así atraer nuevamente la atención de los creyentes escondidos hasta incluso mostrarle a su padre el camino correcto. Su labor como criado le llevaría tras las rejas cuando los magistrados dudaron de su religión.
El encarcelamiento y los momentos finales del santo
Confesando su vocación católica los tribunales le dieron más de una oportunidad para salir libre, siempre y cuando negara su fe y asistiera a la iglesia protestante, sin embargo, su fortaleza y fidelidad era notable, declinando las ofertas aun si esto le costaba la vida. Finalmente fue condenado a muerte en el año 1.600 y su milagrosa resistencia fue canonizada en el año 1.970 por Pablo VI.