San Simeón de Jerusalén fue un obispo judío que de acuerdo a la creencia general era pariente sanguíneo del Señor Jesucristo.
Fiel discípulo
San Simeón nació en Jerusalén durante la época en la que vivió Cristo, y de hecho, era primo del Salvador, ya que era hijo de Cleofás que era hermano de San Jose.
De manera que San Simeón estaba emparentado con la Casa de David, por lo que hubo una relación muy estrecha entre él y el Hijo de Dios.
Fue escogido como uno de los discípulos de Jesús, y ese fue su más grande honor. Pudo recibir instrucciones del Maestro, presencio los numerosos milagros, estuvo en su muerte y también en su resurrección.
Luego de la ascensión del Señor Jesús a los cielos, San Simeón recibe también el Espíritu Santo junto a los demás apóstoles, de manera que estaba preparado para ejercer las buenas obras encomendadas por Dios.
Muchos de los discípulos decidieron irse a otras provincias a compartir el Evangelio, pero San Simeón decidió quedarse en Jerusalén trabajando con el Obispo.
Su vida es mencionada en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se destaca que era uno de los profetas y maestros de Antioquía.
Obispado
Fue nombrado Obispo de Jerusalén, siendo el segundo en ocupar este cargo, después de la muerte de Santiago el Justo, que fue el primero.
Se caracterizó por ser un hombre eminente, santo y de gran sabiduría para guiar al pueblo en el camino de Dios. Era muy prudente, y demostraba una gran tranquilidad, por eso estuvo al frente de la Iglesia por cuarenta años hasta su muerte.
Fue llevado ante el gobernador de Siria y acusado por ser cristiano y pariente de David, ya que estaban iniciando las revueltas contra los cristianos.
Como no quiso adorar a dioses paganos, San Simeón fue crucificado, entre los años 107-116 ya que no se sabe la fecha exacta de su martirio.