San Benigno de Todi fue un mártir perseguido durante la época del emperador Diocleciano, que ejerció como sacerdote en su ciudad natal.
Un hombre recto y piadoso
San Benigno nació hacia mediados del siglo III en Todi, un poblado de Italia. Era conocido por ser un hombre que se encargaba de promulgar la fe cristiana y evangelizar a sus conciudadanos.
Era muy alegre y entusiasta cuando hablaba acerca de Dios, y por ser de un espíritu recto y bondadoso, fue ordenado sacerdote por el Obispo Ponciano.
Cumplía a cabalidad su afán apostólico, y ayudaba al Obispo a atender la grey para así juntos extender la Salvación a todos los hombres.
Un tiempo después, se desata la persecución de Diocleciano, pero aun así San Benigno no desmaya y continúa brindándole asesoría espiritual a los cristianos que están siendo perseguidos.
Se dedica a visitar a los cristianos encarcelados, a los que están débiles en sus hogares, y a los que están en los campos bajo refugio para darles consuelo y aliento.
Ser fiel a la obra de Dios
San Benigno se arma de valor y decide predicar a Jesucristo públicamente, sin temor a lo que puedan hacerle las autoridades, y sabiendo que es el portador de la única verdad que es dada por Dios.
Continúa predicando para que los hombres se aparten de las costumbres paganas, dejen la idolatría y se vuelvan de sus malos caminos para que se encuentren con el único Salvador.
De manera que ocurrió lo previsible, ya que es apresado por causa de su fe, y lo obligan a blasfemar contra Dios. Como se opuso, lo torturan para que lo haga.
San Benigno soportó con valentía los tormentos a los que fue sometido, pero nunca negó su fe. Es torturado hasta la muerte, que ocurrió el 13 de febrero de 303 por decapitación.