Santa Eulalia de Mérida fue una cristiana que murió martirizada en el siglo IV durante la persecución de Diocleciano.
Una familia cristiana
Santa Eulalia de Mérida nació en Augusta Emerita, un antigua ciudad romana que actualmente es Mérida, España, en el año 292 en una familia cristiana, donde su padre era el senador romano Liberio.
Cuando Eulalia tenía 12 años, el emperador Diocleciano proclamó un decreto donde se prohibía a los cristianos rendirle culto al señor Jesucristo y se les ordenaba que adoraran a dioses paganos.
Eulalia se sintió muy indignada y quiso protestar al respecto, pero sus padres viendo que corría peligro si hacía eso, decidieron irse a vivir al campo.
Pero Eulalia decidió regresar a la ciudad y se presentó ante el gobernador Daciano para decirle que esas leyes eran injustas y que los cristianos no iban a obedecerle.
Fidelidad a Dios
Daciano intentó convencer a la joven al ofrecerle regalos y promesas de ayuda, pero al ver que no cambiaba de opinión decidió mostrarle los instrumentos de tortura que tenían para hacerla padecer si no obedecía la ley.
Le dijo que la libraría de todos esos sufrimientos si le ofrecía un sacrificio a los dioses, pero Eulalia valientemente le contestó que solo adoraría al Dios del cielo.
De manera que Daciano ordenó que la asesinaran al destrozar su cuerpo siendo golpeado con varillas de hierro y colocando antorchas encendidas sobre sus heridas.
Eulalia murió martirizada y todo su cuerpo fue quemado y se ahogó por causa del humo. Posteriormente llegaron unos cristianos y le dieron sepultura.
En ese lugar se levantó un templo en su honor y a ese lugar llegaron muchos peregrinos a orar y conseguir favores por parte de Dios.
El culto a Santa Eulalia se hizo muy popular en la región y se construyeron varios lugares eulalienses, que son edificios y monumentos dedicados a esta santa.