Santa Fermina de Amelia fue una mujer cristiana virgen y mártir, venerada como santa por la Iglesia Católica y su festividad se celebra el 24 de noviembre
Una mujer noble
Son muchas las leyendas que han surgido en torno a la vida de Santa Fermina, pero se cree que vivió durante el siglo III y nació en el seno de una familia de clase alta en Roma.
Su padre era el prefecto Calpurnio de la ciudad de Roma, y su madre era una mujer cristiana que estaba llena de amor por Dios y por el prójimo.
Un alto funcionario llamado Olimpiadaq trató de seducirla, pero luego se convirtió a la fe cristiana y fue martirizado.
Cuando Amelia tenía solo 16 años, inició la persecución de Diocleciano en Roma, por lo que al ver el peligro que se cernía sobre ella, vendió todas sus pertenencias y entregó el dinero a los pobres.
La persecución
Se embarcó en una nave con dirección a Umbría desde el Tíber de Civitavecchia. Al ver la profunda necesidad que estaban atravesando los demás cristianos que estaban siendo perseguidos, Santa Fermina decidió quedarse con ellos para ayudarlos en lo que necesitaran.
En lo que llegó a Amelia, San Fermina se dedicó a la oración y a la penitencia, viviendo una vida retirada tal y como lo quería.
Sin embargo, su felicidad duró poco, porque fue descubierta por las autoridades y llevada a los tribunales para enjuiciarla por su fe.
Fue condenada a muerte y posteriormente sepultada, aproximadamente en el año 303 en Civitavecchia, por lo que es la patrona de esa ciudad, y su emblema es la hoja de palmera.
El día de su festividad, se realiza una procesión en Civitavecchia donde llevan su estatua hacia el puerto para luego ponerla en un barco que parte hacia el sitio donde estaba el antiguo faro.