San Joaquín es uno de esos nombres que son generalmente olvidados dentro de la memoria colectiva en lo atinente a la vida de Jesucristo y sus ancestros. Se dice que nació en algún momento del año 100 antes de nuestra era, en Séforis, Palestina. Es muy pocamente mencionado en los textos bíblicos, siendo su ubicación dentro de la genealogía de Jesús de Nazaret y María un tema de mucha discusión. Se dice de él que fue un hombre de altos recursos económicos y de un corazón muy piadoso. Su esposa fue Ana, con quien, años más tarde, tendrían una hija llamada María.
Las diversas tradiciones cuentan que San Joaquín estuvo casado con Ana, quien nació en Belén, una región de Judea. Se dice que ambos personajes fueron descendientes del rey David, otorgándoles esto una genealogía divina. Es, sin embargo, en el Evangelio de Santiago donde encontramos mayores detalles sobre la vida y obra de este Santo.
Según se sabe, un día San Joaquín intentó hacer un sacrificio animal en un templo de Jerusalén. Desde hacía mucho tiempo, San Joaquín dedicaba gran parte de sus riquezas en donativos a los más desafortunados y las sinagogas de su ciudad natal. Sin embargo, el día que intentó hacer el susodicho sacrificio, este fue rechazado por el sumo sacerdote del templo. Según su testimonio, el sumo sacerdote no veía con buenos ojos que Joaquín no tuviera hijos, viendo esto como un castigo de Dios. San Joaquín, junto a Ana, se va al desierto y ayunan durante 40 días hasta la aparición de varios ángeles.
Estos ángeles le informan a la pareja que esta tendría un hijo. Rebosantes de alegría, ambos regresan a Jerusalén, encontrándose cada uno en la puerta de la ciudad. La pareja se fusiona en un abrazo. Esta hija sería María, madre de Jesucristo.