San Platón de Ancira, también llamado San Platón Mártir, fue uno de los primeros mártires de la cristiandad antigua. Nació en Ancira, actual Ankara, en algún punto que desconocemos del siglo III. Muy poca información disponemos del devenir de su vida; empero, las leyendas e historias recopiladas a su alrededor han servido de base para la construcción de templos y rituales en su honor, siendo uno de los mártires más importantes de Asia Menor (o Asia Minor, como llegó a conocérsela en su tiempo).
Se dice que fue hijo de padres cristianos, y que desde un principio, fue un mártir obstinadamente entregado a su fe. Tal era la férrea voluntad de su entrega, que no tararía en caer bajo la lúgubre y oscura atención del gobierno de la provincia romana. El gobernador Agripino se fijaría en él, y lo trataría de hacer apostatar.
Agripino intentaría por todos los medios conocidos hacerle renunciar a su convicción cristiana, todo lo cual fracasaría, ya que esta última sería demasiado férrea. En palabras del propio San Platón de Ancira: la muerte de su cuerpo material sería una cosa nada más que temporal, y que con Cristo, la muerte eterna sería algo que jamás llegaría a tocarle.
Esto degeneraría en la cólera del gobernador, quien ordenaría toda clase de tormentos y torturas para el Santo. Agripo encargaría al verdugo que colocaran a San Platón de Arcira sobre plomo ardiente. Este mal fue fielmente soportado por el mártir, sin quebrantar su alma en momento alguno. Cuenta la leyenda que el verdugo se burlaba de él, comparándolo con el sabio filósofo griego del mismo nombre. San Platón de Arcira desdeña estas declaraciones, alegando que en nada se parecían él y el filósofo pagano, cuya sabiduría serían solo necedades para Dios.
Muere decapitado un 22 de Julio.