Santa Práxedes fue uno de esos personajes santos particularmente dejado en el olvido del memorándum de la cristiandad. Nació en algún punto que no conocemos de los principios de la historia después de Cristo; como muchas cosas de ella, la mayor parte del conocimiento que se tiene de la misma está recubierto bajo un halo de misterio. Solo conocemos lo que cuenta la leyenda.
Se dice que fue hijo de Pudencio, un senador o gobernador romano, de los primeros conversos cristianos que tuvo la fortuna de tener el Imperio Romano. Se dice que fue, muy a distinción de muchos de sus contemporáneos, un hombre virtuoso; esto deviene realmente destacable, tomando en cuenta la total falta de virtud y honor entre los hombres del mundo de entonces. Pudencio tuvo la fortuna de tener su catequesis con el mismísimo San Pedro o San Pablo (las fuentes discrepan), en el tiempo que todavía el apóstol hacía predicas públicas en Roma.
Pudencio tuvo dos hijas: Pudenciana y Santa Práxedes. Esta familia tuvo un papel muy activo en la persecución de los cristianos durante el Imperio de Antonino Pio. Se cuenta que Práxedes fue virgen toda su vida, negándose a cada uno de los pretendientes que la buscaban; su virginidad, tal como la de muchas cristianas de su tiempo, ya estaba entregada a Dios. Esto no la privó de ser querida; muy por el contrario, paganos y cristianos a tenían bajo una profunda estima y un amor muy grande.
La tragedia, empero, no tardaría en llegar a su vida. Pudencio y Pudenciana sería tarde o temprano asaeteado, convirtiéndose en mártires. Santa Práxedes se dedicó a enterrar sus cuerpos, tal como el de muchos otros cristianos. Es famosa por su entrega a limpiar la sangre de los mártires con una esponja, y colocarla en un cáliz.
Muere un 21 de Julio del 165, día que se la celebra.
