San Helerio de Jersey fue un monje nacido en algún punto sin determinar del siglo VI. Nadie sabe bien cuando nació, pero su lugar de nacimiento fue en un lugar conocido como Tongeren, en nuestra actual Bélgica. Por alguna razón que escapa a nuestro conocimiento contemporáneo, Helerio emigra fuera de su tierra natal y emprende un viaje hasta la comunidad franca de Nanteuil.
En dicha comunidad, San Helerio se encuentra con San Marculfo en su monasterio. Allí, este último le encomienda la misión de ir hasta la isla de Jersey junto a un acompañante, Romardo. En aquellos oscuros días, los habitantes de Jersey pedían a gritos que los salvaran de los hostigamientos de los piratas. Estos día a día atacaban las pobres costas de la isla. Fueron dejando una estela de destrucción y muerte allí donde pasaban. Y sus habitantes, cada día más empobrecidos y desesperados.
Una vez arribados en Jersey, San Helerio llega hasta la bahía de Saint-Aubin. Una vez allí, divisó a lo lejos las negras velas de los barcos piratas. No tardó en avisar a los habitantes de la isla, quienes, presas del miedo, huyeron de allí.
Cuenta la leyenda que San Helerio obró muchos milagros a través de fuertes oraciones para evitar que los piratas siguieran atacando la isla. Esto se prolongaría durante 13 largos años, hasta el momento que la fortuna traería a la puerta de la casa eremítica de Helerio a los mismísimos piratas que había ahuyentado. Se dice que estos le capturaron y lo decapitaron. En el momento que su cabeza cae, unas manos (sus manos) toman la cabeza como si de un fruto se tratara. Los piratas huyen despavoridos.
Tiempo después, su viejo compañero, Romardo, encuentra su cuerpo, y traslada el mismo junto a sus reliquias hasta algún lugar de la Mancha. Fallece en el año 555.
