Santa Filomena fue una santa y mártir cristiana nacida en el 8 de Septiembre del año 291 de nuestra era. Fue, tal como lo llegaron a ser muchos mártires de su tiempo, una persona de noble cuna. Nació en el seno de una familia pagana, hija de un príncipe de uno de los estados de la Grecia de entonces.
En aquellos tiempos, los padres de Santa Filomena rezaban a los dioses paganos de su tiempo. Se cuenta que no podían tener hijos, y que un médico que entró al servicio de su padre, ya convertido hacía tiempo al cristianismo, habló de Jesús ante ellos. Estos quedaron embelesados y convencidos, convirtiéndose y dando a luz, justamente, a una niña de nombre Filomena. Este nombre nace precisamente de Filumena, que en latín significa “Hija de la Luz”. Según las interpretaciones que se dan de estos hechos, sus padres vieron en ella una representación viva de la luz que la fe les había arrojado a sus vidas.
En una guerra que apenas es descrita, el padre de Santa Filomena acude al emperador Diocleciano para pedir su ayuda. Se cuenta que tanto el padre como la madre y la hija hacen audiencia ante el emperador. En este momento, sin embargo, los ojos del César no se posan en otra cosa que en la figura juvenil de una adolescente Filomena. El emperador le promete al príncipe griego todas las fuerzas que necesite para destruir a sus enemigos. A cambio, su único deseo era tener la mano de su hija.
El padre, encantado, acepta la oferta, sin escuchar los deseos de Filomena. Graves desgracias caerían sobre la santa, que se negaría a esto. Es torturada de formas inenarrables, y al final, ejecutada cruelmente. Sus restos fueron redescubiertos en 1802. Su muerte se dio en el 10 de Agosto del año 304 de nuestra era. Muere con 12 o 13 años.