San Teobaldo de Provins fue un noble y santo francés perteneciente, junto a otros, a la religión católica. Nació en algún punto sin determinar del año 1033; esto se debe, principalmente, a que gran parte de los testimonios escritos que tenemos que aquellas épocas se acabaron por perder en los albores del tiempo.
Fue un noble perteneciente a una familia radicada en Provins, de la región de Brie. Esta queda localizada en el este de Francia, siendo esta familia una de las pertenecientes a la dinastía de condes de Champagne. Su padre se llamó Arnoul y su madre, Gisele. Se dice que desde su más temprana edad, el noble San Teobaldo de Provins tuvo contacto con las obras que hablaron sobre la vida de los padres del desierto y el estilo de vida que a estos les tocó llevar. Esto, por supuesto, llevó a que nuestro santo quedara profundamente impresionado por tales ejemplos de entrega, renuncia y contemplación, es decir, de la perfección católica. Aun pese a las negativas de su familia, junto a otro monje de nombre Walter, Teobaldo de Provins inicia un peregrinaje en busca de una vida más desconectada.
La desconexión buscada por San Teobaldo de Provins fue, por supuesto, del mundo terrenal y de los sentidos. Buscó un mayor contacto con Dios, y esto, en consecuencia, implicó que el par viajara Pettingen, un bosque cerca de Luxemburgo. Allí trabajaron como asalariados de albañiles y otros maestros para ganarse el sustento. El dinero que conseguían lo usaban para comprar pan y para la caridad. Su fama se extendió tanto, que muchos buscaron a Teobaldo en tanto santo. Allí donde fuese, la gente lo seguía.
El final de sus días lo encontraría en Sossano, Italia, donde moriría de Lepra a los 30 años. Muere el 30 de Junio de 1066. Diez años después, sería canonizado por Alejandro II.