San Zoilo de Córdoba fue un santo hispano nacido en algún momento del siglo III después de Cristo. Existe muy poca información existente sobre él, siendo, la que se tiene, de hecho, muy posterior a los hechos acontecidos en su debido momento. Se sabe que fue el primero de los mártires cordobeses que vieron su fatídico final durante la Gran Persecución. Esta ocurrió en los albores del siglo IV, bajo el gobierno de Diocleciano y los otros señores de la tetrarquía romana.
En aquellos días, según se sabe, Diocleciano y compañía firmaron edictos que hacían no solo ilegal, sino perseguible a todo cristiano que ejerciera, pública o privadamente, su fe. Hispania —la actual España— fue por aquel entonces gobernada por un régimen que ya había conocido la instigación persecutoria contra los fieles cristianos, siendo, entonces, San Zoilo uno de los primeros en una larga lista de nombres mártires.
Cuenta la leyenda que San Zoilo de Córdoba fue joven de familia acomodada que profesaba abierta y públicamente su religión. Esto, por supuesto, también implicaba, posiblemente, predicas en público e intentos de conversión hacia los infieles de entonces. Muy probablemente, esto llevo a que fuese denunciado ante un juez, y ante quien fue llevado junto a otros fieles de la ciudad de Córdoba. De acuerdo a la leyenda, el juez en cuestión quiso someter a San Zoilo por ver en él la máxima representación de virtud y entrega a la cristiandad. En principio, según las actas del martirio, el juez y el mártir sostienen un dialogo en donde cada uno intenta convencer al otro de sus propias convicciones. Esto no funcionó, y según se sabe, San Zoilo intentó convertir al juez sin mucho éxito. Es sometido a tormentos y finalmente ejecutado por la espada del juez.
Muere en algún punto del 304 después de Cristo.
Es ampliamente venerado en Carrión de los Condes, Palencia.