San Clodulfo es uno de esos raros ejemplares en donde un Santo es vástago de otro Santo. Nacido en algún momento del año 605, en algún lugar cuyas fuentes todavía no logran localizar bien, este había encontrado la vida bajo el seno familiar de San Arnulfo y Santa Doda de Metz. Estos, casados y con hijos, escogieron la vida sacerdotal casi al mismo tiempo. Sus hijos, Clodulfo y Ansegis, heredarían el legado familiar. Desempeñarían papeles muy importantes en la corte de los reyes de lo que más adelante conoceríamos como Francia. Se sabe que Ansegis desposaría a Begga, con quien tendría hijos y muchos descendientes. Estos, por el linaje real de Begga, formarían parte de la línea sucesoria directa de los futuros reyes carlovingios franceses. Clodulfo, sin embargo, seguiría otra línea.
Muy al contrario de su hermano, quien era visto como una persona muy honrada, Clodulfo fue, desde siempre, un personaje que destilaba virtud. Al haber ejercido un estilo de vida la mar de modélico, en 656, luego del fallecimiento del obispo de Metz (San Godo), sería nombrado bajo ese cargo. Esto devendría casi hereditario para muchos, ya que su propio padre, San Arnulfo, habría ejercido ese cargo en el pasado.
Se dice de San Clodulfo que ejercería con devoción y santidad su cargo durante cuarenta años. Gobernaría bien su territorio, ofreciendo limosnas pródigamente y siempre siguiendo un camino de rectitud. La honestidad y humildad representarían los puntos más importantes de su escala de valores. Tal sería el caso que, sin temor, en el momento que se redactaron las memorias de su padre, San Clodulfo no dudaría en incorporar el recuerdo de un episodio en donde él quedaría muy parado moralmente ante los ojos de la gente.
Gobernaría Metz durante cuatro decenas de años y hasta su muerte, entre el año 692 y 696.