Santa Catalina de Siena, fue una religiosa de la orden Dominica, nacida en Siena (Italia), presumiblemente el 25 de marzo de 1347, destacada por su vida de oración y penitencia, así como por su sabia y acertada predica cristiana y participación en asuntos eclesiásticos, que la convirtieron en una de la más destacadas místicas de su época. Es la santa que conmemoramos el 29 de abril.
Santa Catalina de Siena, fue bautizada con el nombre de Catalina Benincasa, hija de una familia medianamente estable económicamente, pero rodeada de un extraordinario amor y religiosidad. Su familia, muy numerosa, con muchísimos hermanos, quizá marcó en parte algunas carencias materiales, no así, su dedicada entrega a la espiritualidad y la fe cristiana, que llevó desde niña.
A la edad de 7 años, Santa Catalina de Siena comenzó a tener maravillosos visones sobrenaturales, y a los 13 años, fue admitida como terciaria de la orden de Santo Domingo tomando los hábitos a la edad de 18 años. Ejerció una gran influencia con su vida cristiana de oración, sus mortificaciones y la irradiación de sus escritos espirituales.
La vida de Santa Catalina de Siena trascurrió durante una época de grandes conflictos políticos entrelazados con los conflictos pontificios que generaban el estamento del poder, siendo destacada embajadora de Florencia (entonces una República) para fomentar la reconciliación y paz con los Estados Pontificios, logrando el retorno del Papa a Roma, con sus continuos llamamientos a la paz civil y a las reformas de la iglesia, lo que hicieron de ella, una de las grandes figuras del siglo XIV.
Santa Catalina de Siena dejó un hermoso legado que fue llamado el “Dialogo de la Divina Providencia“ compendio de escritos que ella misma plasmó tras 5 días de contemplación y éxtasis religioso, considerado como una extraordinaria obra de la literatura toscana, de gran contenido espiritual.
Murió Santa Catalina de Siena en Roma, el 29 de abril de 1380, extenuada por su mortificaciones y trabajos. en una carta apostólica del 18 de junio de 1939, el Papa Pio XII la declaró, junto a San Francisco de Asís, como Santos patronos de Italia.