San Francisco Solano. Fue un sacerdote español, nacido en la ciudad de Montilla, Provincia de Córdoba en España, el 10 de marzo de 1549, destacado por su labor de evangelización y predica de la fe cristiana a los aborígenes de América, siendo reconocido como el apóstol de la América meridional. Es el santo que conmemoramos el 18 de abril.
San Francisco Solano, profesó la regla de San Francisco, distinguiéndose por su virtud, su predicación y su caridad en las epidemias que afligieron Andalucía, trasladándose a las Américas en 1589, siendo Panamá, el país que recogió las primicias del apóstol, quien, con la devoción cristiana en su prédica, pasa luego catorce años evangelizando Tucumán, las riveras de Plata, del Sali y del Uruguay y luego, siete años más en Perú y Chile, en medio de indecibles penalidades.
La obediencia y milagros de San Francisco Solano tuvieron entonces más eficacia que todos los soldados del virrey, destacando la historia que, en sus múltiples andanzas por todas las tierras de América meridional, penetraba con su palabra clara, los más indómitos rincones y tribus aborígenes, que, en ocasiones, resultaban hostiles, pero una sola palabra suya, detenía un ejército agresor. Así, cuando sus compañeros Franciscanos tenían hambre, a una orden suya, los peces salían del rio y cuando un pueblo moría de sed, hería la roca con su pie desnudo y brotaban las aguas en abundancia.
Cuenta la historia, que, por la voluntad cristiana de San Francisco Solano, cuando la multitud huía de un toro indómito, el santo levantó su mano y el animal se acercó a lamer sus pies y lo mismo que los toros, le respetaban las serpientes, los jaguares y caimanes.
Alrededor del año 1600, San Francisco Solano pasa de nuevo a los Andes y vuelve a Perú descalzo, con el hatillo de sus libros y su vihuela inseparable y allí vive predicando a los aborígenes el catecismo y a los españoles la penitencia, hasta que la muerte arrebata a este santo misionero de primer orden, el 14 de julio de 1610, en Lima, Virreinato de Perú.
San Francisco Solano, en honor a sus bondades y entrega de fe al pueblo cristiano, y por sus innumerables milagros de curación atribuidos a él en vida y tras su fallecimiento, fue canonizado en 1726 por el Papa Benedicto XIII, siendo bautizado por sus prodigios como El Taumaturgo del Nuevo Mundo.