EVANGELIO DEL SÁBADO, 16 DE FEBRERO DE 2019:
Conoce el evangelio del día, evangelio de hoy 16 de Febrero del 2019: Primera lectura, el salmo y el evangelio o palabra de Dios.
PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE GÉNESIS 3, 9-24
Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?».
«Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí».
El replicó: «¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?».
El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él».
El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Cómo hiciste semejante cosa?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí».
Y el Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida.
Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón».
Y el Señor Dios dijo a la mujer: «Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor. Sentirás atracción por tu marido, y él te dominará».
Y dijo al hombre: «Porque hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida.
El te producirá cardos y espinas y comerás la hierba del campo.
Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!».
El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes
El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer unas túnicas de pieles y los vistió.
Después el Señor Dios dijo: «El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre».
Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para que trabajara la tierra de la que había sido sacado.
Y después de expulsar al hombre, puso al oriente del jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la vida.
SALMO
SALMO 89
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho: «Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo.
Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones».
El cielo celebre tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad en la asamblea de los santos,
porque ¿quién es comparable al Señor en las alturas?
¿quién como el Señor entre los hijos de Dios?
Dios es temible en el consejo de los santos,
más grande y terrible que cuantos están a su alrededor,
Señor, Dios del universo, ¿hay alguien como tú?
Tú eres fuerte y estás rodeado de fidelidad.
Tú dominas la soberbia del mar
y calmas la altivez de sus olas;
tú aplastaste a Rahab como a un cadáver,
deshiciste a tus enemigos con tu brazo poderoso.
Tuyo es el cielo, tuya la tierra:
tú cimentaste el mundo y todo lo que hay en él;
tú has creado el norte y el sur,
el Hermón y el Tabor aclaman tu Nombre.
Tu brazo está lleno de poder,
tu mano es fuerte, alta es tu derecha;
la Justicia y el Derecho son la base de tu trono,
el Amor y la Fidelidad te preceden.
¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte!
Ellos caminarán a la luz de tu rostro;
se alegrarán sin cesar en tu Nombre,
serán exaltados a causa de tu justicia.
Porque tú eres su gloria y su fuerza;
con tu favor, acrecientas nuestro poder.
Sí, el Señor es nuestro escudo,
el Santo de Israel es realmente nuestro rey.
Tú hablaste una vez en una visión
y dijiste a tus amigos:
«Impuse la corona a un valiente,
exalté a un guerrero del pueblo.
Encontré a David, mi servidor,
y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga poderoso.
El enemigo no lo aventajará,
ni podrán oprimirlo los malvados:
yo aplastaré a sus adversarios ante él
y golpearé a los que lo odian.
Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán,
su poder crecerá a causa de mi Nombre:
extenderé su mano sobre el mar
y su derecha sobre los ríos.
El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora».
Yo lo constituiré mi primogénito,
el más alto de los reyes de la tierra.
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él;
le daré una descendencia eterna
y un trono duradero como el cielo.
Si sus hijos abandonan mi enseñanza
y no proceden de acuerdo con mis juicios;
si profanan mis preceptos
y no observan mis mandamientos,
castigaré sus rebeldías con la vara
y sus culpas, con el látigo.
Pero a él no le retiraré mi amor
ni desmentiré mi fidelidad;
no quebrantaré mi alianza
ni cambiaré lo que salió de mis labios.
Una vez juré por mi santidad
–¡jamás mentiré a David!–:
«Su descendencia permanecerá para siempre
y su trono, como el sol en mi presencia;
como la luna, que permanece para siempre,
será firme su sede en las alturas».
Pero tú te has irritado contra tu Ungido,
lo has rechazado y despreciado;
desdeñaste la alianza con tu servidor,
profanaste por tierra su insignia real.
Abrirse brechas en todas sus murallas,
redujiste a escombros todas sus fortalezas;
los que pasan por el camino lo despojan,
y es la burla de todos sus vecinos.
Alzaste la mano de sus adversarios,
llenaste de alegría a sus enemigos;
mellaste el filo de su espada
y no lo sostuviste en el combate.
Le quitaste su cetro glorioso
y derribaste por tierra su trono;
abreviaste los días de su juventud
y lo cubriste de vergüenza.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Te ocultarás para siempre?
¿Arderá tu furor como el fuego?
Recuerda, Señor, qué corta es mi vida
y qué efímeros creaste a los hombres.
¿Quién vivirá sin ver la muerte?
¿Quién se librará de las garras del Abismo?
¿Dónde está, Señor, tu amor de otro tiempo,
el que juraste a David por tu fidelidad?
Recuerda, Señor, las afrentas de tu servidor:
yo tengo que soportar los insultos de los pueblos.
¡Cómo afrentan las huellas de tu Ungido!
¡Bendito sea el Señor eternamente!
¡Amén! ¡Amén!
EVANGELIO DEL DÍA
SAN MARCOS 8, 1-10
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer.
Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos».
4Los discípulos le preguntaron: «¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?».
Él les dijo: «¿Cuántos panes tienen ustedes?». Ellos respondieron: «Siete».
Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud.
Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado.
Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió.
En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.