San Felipe Benicio. Nace en Florencia en el año 1224, lugar donde estudiaría y luego iría a Francia a estudiar medicina. Es el santo que festejamos el día 22 de agosto. Consiguiendo su doctorado en medicina, San Felipe regresa a su pueblo natal para dedicarse a su profesión por un tiempo, donde también aprovecharía sus pequeños instantes libres para leer y apreciar las Sagradas Escrituras.
Según dice la tradición de los cristianos, un día de Pascua, San Felipe asistía a misa como de costumbre, cuando repentinamente, sintió que le hablaba el crucifijo, y este le decía: “Dirígete hacia la colina en la que habitan los siervos de mi Madre, y de esta forma, serás capaz de cumplir la voluntad de mi Padre”.
San Felipe se sentiría un poco desconcertado ante esa experiencia, y mientras se disponía a escuchar la misa de aquel día, su próxima señal sería cuando escucha la epístola que trataba de la conversión de un enuco de la reina de Etiopía, donde el Espíritu Santo, se dirige al diácono Felipe y dice: “Felipe, acércate hacia este carro”. Y en ese instante, sintió que era el mismo Espíritu Santo hablándole directamente a él.
Durante largos días, permanecería en oración constante, San Felipe tenía numerosas dudas por aquellas visiones y señales. Durante sus oraciones, pedía constantemente a la Santísima Virgen que le guiara en su camino, que le indicara cuál era la opción correcta. Nuevamente, Felipe tendría una visión: Se encontró a él mismo en medio de una campiña desierta, donde a su alrededor habían sólo precipicios, rocas, serpientes, espinas… Felipe entra en pánico, y comienza a gritar al darse cuenta de lo real que es la visión.
Repentinamente, sintió una poderosa fuerza que le llenaría de paz, y cesaría sus gritos. Era la Santísima Virgen, quien apareció sobre un hermoso carro que estaba rodeado por ángeles, y vuelve a decirle: “Felipe, acércate y júntate a este carro”. De esta forma, Felipe ingresa a los Siervos de María, donde se dedicaría fielmente al servicio de esta.