San Pablo Miki, religioso japonés que es venerado como santo por la iglesia católica el día 6 de febrero, por su martirio en nombre de la fe cristiana. Educado por jesuitas Azuchi y Takatsuki, entra en la Compañía de Jesús y llegó a predicar la palabra del evangelio a los ciudadanos. Este santo sería apresado junto con sus compañeros cristianos en Japón y sería más adelante reconocidos como los 26 mártires de Japón.
San Pablo Miki era un hombre japonés de una familia de alta clase social. En el año de 1549, un malvado emperador ordenaría que todos los cristianos misioneros debían abandonar Japón en el transcurso de seis meses. Pero estos misioneros harían caso omiso a estas amenazas, y en vez de huir, se esconderían para de esta forma, poder seguir predicando y ayudando a todos los cristianos del Japón.
Entre los compañeros martirizados junto a San Pablo Miki, se encontrarían tres jesuitas, seis franciscanos y 16 laicos católicos japoneses. A todos les cortarían la oreja izquierda, para luego, ensangrentados, los llevarían a pie durante el invierno de pueblo en pueblo, por todo un mes para así atemorizar a todos los que quisieran hacerse cristianos.
Finalmente, al llegar a Nagasaki, serían crucificados. San Pablo Miki y sus compañeros fueron atados con cuerdas y cadenas en las piernas y brazos a la cruz, con una argolla de hierro en el cuello. Tres testigos de su martirio y muerte, afirmaron que los mártires demostraron una admirable paciencia. Entre ellos se animaban a sufrir por el amor a Jesucristo y la salvación de las almas.
San Pedro Miki permanecía inmóvil, con los ojos fijos en el cielo y comenzaría a predicar ante los presentes, diciendo que él era japonés, que pertenecía a la compañía de Jesús, que moriría por amor a su Dios y por querer predicar su sagrada palabra, y a la vez, agradecía a Dios por haberle concedido el honor de poder morir en su nombre.