Santa Inés de Roma. Fue una virgen y mártir romana que moriría durante la persecución de Diocleciano. Fue encerrada dentro de un prostíbulo, donde según la leyenda, se comprobaría su santidad. Es conocida como una de las más grandes mártires de la historia de la Iglesia, y la celebramos y recordamos el día 21 de enero.
San Dámaso compuso en su honor, un himno en el siglo IV, y se ha convertido en el dato de que tenemos de la verdad de su martirio, aunque cabe resaltar que él no conoció personalmente a Santa Inés más que por una tradición local que ya circulaba para aquel entonces. La leyenda dice, que, con sólo 12 años de edad, habría sufrido un martirio por su pureza y la fe (es curioso mencionar que Inés, que sería “Agnes” en latín, remite a “agnus”, “cordero” que por extensión significa “pereza e inocencia”).
Debido a su corta edad, Santa Inés no podía ser presentada ante un juicio, sin embargo, se enfrentaría a una condena a muerte. Según un texto escrito en el siglo V, el cual relata su martirio, Inés era una bella joven que provenía de una noble familia romana. Tuvo varios pretendientes, aunque ella rechazaría a todos, pues se declaraba abiertamente amante de Cristo. Entre estos pretendientes, se encontraba el hijo del prefecto de Roma, quien acusaría a Inés ante su padre por su fe cristiana.
Fue entonces sentenciada a vivir en un prostíbulo, donde milagrosamente permaneció virgen, y más adelante, sería expuesta desnuda, y el único hombre que intentaría abusar de ella, quedó ciego, pero Santa Inés le curó a través de sus plegarias. Finalmente, la santa sería condenada a muerte, y cuando estuvo por ser degollada, su verdugo intentó que abjurase, a lo que Santa Inés responde con calma: “Injuria sería para mi Esposo que yo pretendiera agradar a otro. Me entregaré sólo a aquél que primero me eligió. ¿Qué esperas, verdugo? Perezca este cuerpo que puede ser amado por ojos que detesto».
