Santo Tomás de Cori. Fue un sacerdote nacido en Italia en el año de 1655. A su corta edad de 14 años, queda huérfano junto a su hermana menor. Aprende a ver a Dios en sus largos tiempos de oración y meditación. Es el santo que festejamos el día 11 de enero.
Pasados los años, luego de que sus hermanas tuviesen sus respectivos matrimonios, Santo Tomás de Cori puede finalmente seguir el camino que tanto anhelaba: pertenecerle completamente a Dios en la vida religiosa franciscana. Es entonces cuando conoce a los Frailes Menores en la ciudad donde vivía, dentro del Convento de S. Francisco. Sería acogido por la Orden y luego es enviado a Orvieto para hacer su año de noviciado.
Para el año de 1683, es nombrado sacerdote, e inmediatamente, conseguiría el título de vice maestro de novicios dentro del convento de la SS. Trinidad de Orvieto. Sus dones fueron rápidamente reconocidos por sus superiores.
Al poco tiempo, el santo conoce los Retiros que estaban comenzando a surgir en la Orden, además se entera de las intenciones por parte de los superiores de la provincia Romana, de lograr instaurar uno en el Convento de Civitella (hoy Bellegra). Entonces, Santo Tomás de Cori llegaría a las puertas del Convento y diría: “Soy fray Tomás de Cori y vengo para hacerme santo”. Expresaría entonces, se dice que, con un lenguaje lejano al nuestro, su insaciable deseo de vivir radicalmente el Evangelio según el espíritu de S. Francisco.
Desde ese momento, Santo Tomás de Cori permanece en Bellegra hasta el día de su muerte. Su fama de santidad se debe que muchos religiosos y cristianos laicos acudieron a él para pedir consejo. Tenía un don para predicar, lleno de claridad y sencillez, tanto así que era capaz de conmover los corazones de todo el que iba a escucharle, y estos eran impulsados a reconciliarse con Dios y a vivir la fe intensamente.
