San Francisco Javier, conocido también como Francisco de Jasso y Azpilicueta, fue evangelizador de la India, nacido en Navarra, y uno de los primeros compañeros de San Ignacio que, movido por el ardor de dilatar el evangelio, anunció diligentemente a Cristo a innumerables pueblos en la India, en Molucas y otras islas, y luego en Japón, convirtiendo a muchos a la fe. Festejamos a este santo el día 3 de diciembre.
Muy pocos hombres dejan guiarse por su pasión al responder la llamada de Jesucristo, al punto de ir hasta los confines de la tierra para evangelizar en nombre del Señor. San Francisco Javier es uno de estos hombres. Conocido con toda la razón como “El gigante de la historia de las misiones” y también habría sido nombrado por el Papa Pío X como patrono oficial de las misiones extranjeras y de todas las obras relacionadas con la propagación de la fe.
San Francisco Javier, tuvo la fortuna de poder vivir codo a codo, compartiendo inclusive la habitación de su pensión, con Pedro Fabro, que sería junto con él, jesuita para luego pasar a ser beato, y también Dios le permitiría encontrarse con un extraño estudiante, de edad avanzada, conocido por todos como Ignacio de Loyola.
Por invitación del rey de Portugal, San Francisco Javier fue escogido como misionero y delegado pontificio para las colonias portuguesas en las Indias Orientales, y ahí daría inicio a su enorme labor misionera. En diez años recorrería la India, Malasia, las Moloucas y las islas en estado todavía salvajes. “Si no encuentro una barca, iré nadando” decía Francisco, y luego comentaba: “Si en esas islas hubiera minas de oro, los cristianos se precipitarían allá. Pero no hay sino almas para salvar”.
Después de cuatro años sirviendo en su misión por estas islas, separado por completo del mundo civilizado, se embarcó en su viaje a Japón, donde formaría el primer centro cristiano después de superar diversas dificultades.