Santa Catalina Labouré. Fue la santa que tuvo el divino honor de que la Santísima Virgen madre de Jesús se le apareciera para así encomendarle que realizara la Medalla Milagrosa. Sería la Santa que festejamos el 28 de noviembre.
Santa Catalina Labouré nace en Francia, pertenece a una familia humilde de clase media. A sus 9 años de edad, quedó huérfana de madre, pidiéndole entonces a la Santísima Virgen que le sirviera de madre, siendo aceptada su petición por la Madre de Dios.
A sus 14 años, Catalina le pediría a su padre permiso para poder comenzar su camino religioso en un convento, pero él, que la necesitaba en casa para atender los muchos oficios hogareños, no quiso darle el permiso. Todas las noches Santa Catalina Labouré rezaba a Dios para que le concediera el milagro de ir por el camino religioso. Una noche, Catalina vio en sueños a un anciano sacerdote que le dijo: «Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos».
Finalmente, a sus 24 años de edad, visitaría a su hermana quien era religiosa en un convento, al llegar vio un retrato de San Vicente de Paúl y lo reconocería de inmediato como el sacerdote que vio en sus sueños. Ese día, sin importar qué, Santa Catalina Labouré insistió tanto en entrar al convento que finalmente fue aceptada como hermana vicentina.
El 27 de noviembre de 1830, rezando en la capilla del convento, fue cuando la Virgen María aparecería ante sus ojos. Ella le encomendaría que hiciera una imagen de Nuestra Señora tal como se le había aparecido, mostrando las iniciales de la Virgen María “M” y una cruz con la frase: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti.”
Finalmente, en el año de su muerte, Santa Catalina Labouré confesaría a su superiora todas las apariciones con detalle y supo entonces, quién fue la afortunada que había visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió, el pueblo se volcó a sus funerales.
