San Jacobo el Persa, mártir conocido también como “San Jacobo el Interciso” por la forma de martirio que tuvo. Habría renegado de Cristo por congraciarse con el rey Izdegerd, pero se arrepentiría luego de que su madre y esposa le reprendieran. Es el santo que se festeja el día 27 de noviembre.
San Jacobo el Persa, nació en el siglo IV, en el núcleo de una piadosa familia cristiana, conocida por su riqueza y gran honorabilidad. Su esposa fue igualmente cristiana y ambos formaron a sus hijos en el amor por la oración y por la lectura de las Sagradas Escrituras.
Jacobo tenía un puesto muy importante, un cargo en la corte del emperador persa Izdegerd. Pero en una de las campañas militares, San Jacobo el Persa fue seducido por la beneficencia del emperador, sintió miedo y negó entonces de su fe y fue puesto a ofrecer sacrificios a los ídolos y al emperador.
Cuando su mujer y madre se enteraron de su pecado, le escribieron una carta donde lo invitaban a arrepentirse de sus actos. San Jacobo el Persa se daría cuenta de la magnitud de su pecado, comenzó a llorar desconsoladamente por el miedo de ser separado de su familia y de Dios mismo, comenzó entonces a pedirle perdón a su Padre en los Cielos.
Un grupo de soldados lo escuchó orándole al Señor Jesús, San Jacobo fue retenido e interrogado, confesaría su fe en el Verdadero Dios, sin dejarse esta vez comprar por ninguna cantidad de dinero para hacerle cambiar, entonces el Emperador ordenaría su muerte.
El martirio de Jacobo comenzaría con sus dedos siendo amputados uno por uno, luego sus manos y sus pies, sus brazos y piernas. En medio de las torturas, San Jacobo el Persa ofrecía sus oraciones en agradecimiento al Señor, quien le permitió redimirse por sus pecados y soportar aquellas brutales torturas. Por último, el mártir sería decapitado. Los cristianos fieles se unieron alrededor de las piezas de su cuerpo y las enterraron con gran reverencia.