“Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día. Aunque espíritu invisible, sé que te hayas a mi lado. Escuchas mis oraciones, y cuentas todos mis pasos. En las sombras de la noche, me defiendes del demonio, tendiendo sobre mi pecho, tus alas de nácar y oro. Ángel de Dios, que yo escuche, tu mensaje y que lo viva, que vaya siempre contigo, hacia Dios, que me lo envía. Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga. Gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía”.
Cada hogar tiene su ángel de la guarda
Esta poesía es la que inicia este día. Se puede ver la espiritualidad y sentido de esta fiesta. La existencia de los ángeles está fuera de duda, la Iglesia siempre los veneró y difundió su culto. Desde que tenemos uso de razón en nuestros hogares cristianos se nos infunde la devoción al Ángel de nuestra guarda. Se nos recomienda que no demos oído al ángel malo que nos instigará al pecado y que tratemos de oír siempre al Ángel bueno que nos inspirará lo que hemos de hacer y hemos de evitar. Cada familia, cada pueblo, y cada nación tiene su propio ángel.
Jesucristo siempre menciona a los ángeles
En varias ocasiones, Jesucristo se refiere a la misión de estos espíritus purísimos. San Agustín, en su tiempo afirmaba que: «el Ángel de la Guarda nos ama como a hermanos y está con una santa impaciencia por vernos ocupar en el cielo aquellas sillas de que se hicieron indignos los ángeles rebeldes». El éxodo dice: “¿Qué hacer nosotros por el Ángel, ya que tanto hace él por nosotros? Respétale y escucha su voz… Si oyes su voz y ejecutas cuanto te ordene, seré enemigo de tus enemigos”.