Hoy en día estamos llevando un ritmo de vida que nos aleja cada día más de Dios, pues le damos importancia a todo ponemos en primer lugar otras cosas que si bien merecen atención, no deben posesionarse en este lugar. Siempre debe estar Dios primero en nuestras vidas, saber quién es él, y reconocer que es el dueño de todo cuanto nos rodea y somos.
El Espíritu Santo está dispuesto a iluminarnos y encender el fuego del amor de Dios en nosotros, debemos abrir nuestros corazones y llevar una vida con valores y principios, enseñando en nuestro hogar a los más pequeños el amor a Dios y por medio de nuestros actos, ser ejemplos de la presencia de Dios en nuestras vidas.
A continuación la Oración para implorar al Espíritu Santo:
Señor mi Dios, Padre de todo cuanto nos rodea,
Que por tu eterno amor y con la intersección de nuestra amada madre,
La abnegada Virgen María,
Envía a mi corazón y mi alma la fuerza viva del Espíritu Santo.
Ven, Espíritu Santo, a mi corazón y a mi vida, santifícalos,
Ven, Espíritu Santo, Padre de los más humildes, y alíviame,
Ven, Autor de una historia limpia y verdadera, y consuélame,
Ven, luz prodigiosa de todas las mentes e ilumíname,
Ven, dulce huésped del alma y los corazones, no te apartes ni un instante de mi,
Ven a calmar mi sed, renuévame en ti.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo,
Por los siglos de los siglos, amen.
(Repetir 3 veces)
Espíritu Sano, fuente de amor,
Ven a nosotros con tu calor,
Ven, inflama todos nuestros corazones.
A ti la gloria y la adoración, bendición y amor eterno a tu divino Espíritu,
Que te has dignado traer sobre la tierra al Salvador de nuestras almas.
Que te posaste como lenguas de fuego en quienes en ti creen,
¡Gloria y alabanzas al altísimo, quien con infinito amor nos ama!
Ven, Salvador nuestro por quien suspiramos,
Ven, Espíritu santo,
Ven, fuente y potencia divina de amor y consuelo,
Ven y llena mi torpe corazón,
Purifícalo, santifícalo, estoy a tus pies,
Haz de mí, un instrumento tuyo.
Amén.
Seguidamente rezamos un Credo como muestra de nuestro deseo ferviente en encontrar a Dios y dejar que more en nosotros.