Ciertamente una de las obras de misericordia más difíciles es corregir; porque siempre estamos tentados a hacerlo con los demás sin el debido tacto, tampoco a nadie le agrada ser corregido, y mucho menos ganarse enemigos.
No corregir, no solo representa la comodidad de no tener conflictos, sino que es una falta de compromiso con la palabra de Dios, ya que gran parte de las crisis entre los seres humanos se deben al incumplimiento de este deber cristiano.
¿Por qué corregir al que yerra?
Dios nos recuerda que la corrección trae un beneficio, al corregir al que yerra estamos salvando a un hermano del error.
Sin embargo hay que saber corregir, usando la mansedumbre, el amor, la humildad y la sinceridad con el que se corrige, no empleando la calumnia y no hablando de esa persona con otros, ya que estas constituyen verdaderas bofetadas hacia el corazón del prójimo. Nunca es fácil escuchar la verdad, pero si se hace con misericordia es más fácil aceptarla.
Cuando se corrige es necesario saber decir las cosas con habilidad para no ofender, buscando las raíces de la falla, y teniendo en cuenta que nadie hace las cosas de mala voluntad, de esta manera estaremos convencidos de obrar bien.
Siempre será necesario que corrijamos a los que se equivocan aplicando la enseñanza que Jesucristo no has dejado en con esta obra de misericordia espiritual, actuando con los demás como quisiéramos que nos actuaran con nosotros.
La corrección debe realizarse no como un juicio, sino como un servicio de verdad y de amor al hermano, ya que hemos de dirigirnos al pecador no como enemigos, sino como hermanos