Oración a la Virgen

La oración a la Virgen Santísima de Guadalupe, es una oración a Nuestra Señora de Guadalupe, originaria de México, con la finalidad de que nos bendiga y cubra con su manto protector divino y nos dé múltiples virtudes y dichas con las que seamos capaces de continuar cómodamente nuestra vida, siempre sirviéndole fielmente y sin secretos, siempre amándole con cada centímetro de nuestro corazón y con cada parte de nuestra alma, porque ella siempre nos bendice y protege por serles de fiel devoción y fe.

A continuación, te enseñaré la oración a la Virgen.

Es necesario resaltar que después del Padrenuestro, considerada una de las oraciones principales del católico. El catecismo presenta a sus religiosos, una serie de predicaciones especialmente a la plegaria cristiana, en los números (2676-2677).

Dicha oración, se reconoce en el idioma latín como «Memorare», y es atribuida a San Bernardo de Clavaral, además de ser nombrada una de las oraciones preferidas para honrar a la Virgen, la Santísima madre María.

Declaraciones dichas por él: «Que nuestra sedienta alma busque saciarse en la fuente, y que nuestra pobreza acuda a la fortuna de la misericordia… Virgen sagrada, que tu clemencia sea conocida por el mundo entero y enseñe las virtudes que conseguiste junto con Dios: obtén con tus suplicas el perdón de los juzgados, la sanación de los enfermos, la compasión de los tristes, auxilio a los que son amenazados».

Antes que nada, es de vital importancia que meditemos antes de rezar, porque nuestra mente, corazón y alma estén completamente listos para el ejercicio; esto significa que debemos encontrar la paz en nuestros corazones en un mundo silencioso.

Orar a la Virgen Santísima es ejercitar lo que ella misma dice, es sencillamente estar listos con todas las motivaciones, con fe de que nuestros corazones serán convertidos por ayuda celestial.

¡Santa Virgen de Guadalupe, Madre del Dios omnipotente, Señora de los cielos y madre sagrada nuestra!

Míranos aquí, frente a ti, frente a tu reflejo que dejaste postrado en la tilma de Juan Diego,
como ofrenda bondadosa, compasiva y amorosa.

Aún se oyen el pasar de las palabras que dirigiste a Juan con incomparable cariño:
«Amado hijo mío, Juan, quien quiero tanto como si se tratara de un bebé frágil y delicado»
cuando resplandeciente de bondad te presentaste ante él en la montaña del Tepeyac.

Haz que seamos honorarios de escuchar en nuestro corazón y espíritu las mismas palabras.

Así es, eres considerada nuestra madre; porque la madre del sempiterno Dios es nuestra madre,
la más amorosa, la más piadosa.

Y para ser nuestra madre y arroparnos bajo la tutela tuya, sobre tu mano divina nos otorgaste resguardo, quedándote con la imagen de Guadalupe.

Santísima Virgen de Guadalupe, revela que eres nuestra madre.
Guerrea por nosotros contra las tentaciones, sé nuestro pañuelo de lágrimas en la melancolía, y sé nuestra colaboradora en las necesidades y complicaciones.

En las amenazas, en las adversidades, en la enfermedad, en el seguimiento, la rabia, la ira, en el olvido, en los días finales y tiempos de agonía, obsérvanos con mirada piadosa y no te alejes de nosotros.

Rezar Padrenuestro, Gloria y Avemaría, uno de cada uno.


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