La plegaria realizada por Juan Pablo II a la Virgen, es una oración de su propia autoría, dirigida a la inmaculada y grandiosa Virgen de Guadalupe, ya que Juan Pablo II era fiel devoto y seguidor de la Virgen, se inspiró por su influencia y dedicación para realizar una que él mismo siente que está completa de versos bíblicos capaces de conmover a la sociedad entera, la guía espiritual más entera para encontrar el camino a Dios y tener una cercanía más completa y entrega de fe a él.
A continuación, te enseñaré la oración de Juan Pablo II a la Virgen.
El papa Juan Pablo II, puso de cabezas al mundo de la emoción en 1978, poco tiempo después de ser seleccionado como papa, en la plaza de San Pedro con el siguiente mensaje: «Mi oración preferida es el Rosario», gracias a esto, esta pieza hermosa de piedad fue utilizada con más frecuencia en muchas iglesias católicas, retomando el curso que ya traía, pero por descuido fue desviado, y lo encaminó nuevamente recobrando la dedicación e integrándosela a la nueva juventud creyente y devota.
Es necesario que resaltemos lo consiguiente: «El Rosario es la escalera indicada para llegar al cielo» palabras que fueron pronunciadas el 29 de octubre de 1979, como también dijo; «El Rosario nos incrusta dos alas para que volemos a una mejor vida espiritual: que se trata de la oración mental y la oración vocal» el 29 de abril del mismo año. «Es una de las oraciones más fáciles y prácticas a la Virgen, como también es que está repleta de más contenido profético».
En uno de sus tantos viajes, deambuló por el Santuario de la Señora del Rosario en Pompeya, el gran papa Juan Pablo II exclamó gratas palabras sobre el Rosario que conmovieron a todos los presentes. Dijo que «El Rosario es mi oración favorita. Es como si cuando la rezáramos, la Virgen estuviera a nuestro lado orando junto con nosotros».
Sencillamente, con el Rosario estamos haciendo exactamente lo mismo que María, experimentamos desde lo más recóndito de nuestro corazón los secretos de Jesucristo.
¡Oh, impecable Señora, ¡Madre del sempiterno Dios todopoderoso y Virgen de la iglesia católica!
Tú, desde siempre has demostrado tu caridad y misericordia hacia todos los que a ti con devoción buscan protección; escucha mi plegaria, que con mucha fe nos referimos a ti y enséñasela a tu hijo y Salvador nuestro Jesucristo, emancipador nuestro.
Madre compasiva, profesional en sacrificios sigilosos y secreto, tú, que te presentas ante nosotros, los pobres pecadores, te alabamos el día de hoy con el alma y con el corazón.
Te entregamos nuestra vida, nuestro empleo, nuestra felicidad, nuestras dolencias, nuestras heridas, nuestras enfermedades, nuestra salud.
Concede armonía, estabilidad, avance, y correctibilidad a nuestra nación; de igual manera, todo lo que nos pertenece y lo que somos lo ponemos a tu servicio y en tus manos, Virgen, Señora y nuestra madre.
A ti pertenecemos completamente, tú eres nuestra acompañante en el sendero que nos guía a una alegría plena en Cristo Jesús: no nos dejes caer, no desenlaces tu mano amorosa de la nuestra. Señora de Guadalupe, Virgen de América, te pedimos en nombre de los Obispos y Arzobispos, para que a los devotos los orienten por el buen camino de una vida cristiana, de cariño y servidor humilde a Dios todopoderoso y las almas.
Observa esta mies, y sé la interventora de Dios para que los siervos sientan ansiedad de ser glorificados y bendecidos, y así nazcan los dotados y motivados estudiosos de la religión para instruirse en el camino del sacerdotismo, se fortalezcan religiosamente, e investigadores profundos de los secretos de Cristo.
Envía a nuestros aposentos el don de amar y ser amados, de tener respeto hacia la vida futura, de la misma manera que recibiste con amor en tu seno al bendito hijo de Dios. Virgen Santa María, Señora del amor verdadero, cuida cada uno de nuestros familiares, para que permanezcamos unidos y jamás caigamos en conflictos, así como también bendice la educación que reciben nuestros hijos, bien sea en el hogar o en su institución.
Señora nuestra, contémplanos con piedad, instrúyenos para que busquemos seguidamente de Jesús, y si decaemos en su olvido, ayúdanos para que volvamos a él, confesando todo nuestros problemas, pecados y razones en el sacramento de reconciliación, que nos trae calma a nuestra alma. Te imploro que nos otorgues un inmenso y profundo amor en cada uno de los benditos sacramentos, que son los rastros y pistas que el Salvador, tu hijo, dejó en la Tierra. Madre bendita, con la tranquilidad de Dios inculcada en nuestra mente, con nuestros corazones puros y sin ningún rastro de maldad y egoísmos, seremos capaces de promover la real felicidad y paz a todos, que tu hijo, el Señor Jesús, que contigo, el padre, Dios todopoderoso y tu Espíritu Santo, que comanda y dirige por los siglos de los siglos. Amén.