Jesús nos ofrece como enseñanza en la siguiente parábola del tesoro escondido, que no existe algo más deseable para los hombres y mujeres, de cualquier lugar y de cualquier época, que la verdad de Dios, que su infinita bondad y misericordia. Que valdrá la pena cada sacrificio, sin que importe su magnitud, o lo que implique, aunque sean las remuneraciones por la labor de toda nuestra vida, o –sea lo que sea- lo que haga falta, para que Dios sea la esencia de nuestro ser, de nuestras acciones y nuestro acontecer.
Adheridos a su verdad y dirigiendo nuestros esfuerzos al cumplimiento de su palabra, teniéndolo como nuestra máxima y única certeza en este mundo de incertidumbres. Que tal y como al tesoro más preciado y valioso de nuestra vida debemos apegarnos a él y a su palabra, y agradecer por lo que sucede y nunca flaquear ni dejar de confiar en él, en que todo tiene un porqué y en que debemos dejarlo en sus manos.
Entonces, antes de proceder a leer la enseñanza de la parábola y la parábola misma, invitamos a que te hagas estas preguntas ¿Qué tanto significa y vale la presencia de Dios en tú vida? ¿Qué esfuerzos cotidianos haces para mantenerlo presente, para mantenerte apegado a su verdad y su palabra y mantener tu fe y confianza en él y sólo en él?
Análisis de la parábola de el tesoro escondido
Esta parábola hace referencia a que el tesoro más grande e inconmensurablemente valioso que el hombre puede descubrir es el Reino de los Cielos. No hace referencia ni ningún tipo de énfasis en que el dinero vale tanto como para poder comprar el Reino de los Cielos con este. De hecho, en Mateo 6:24 se señala ‘’Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a uno y amará al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero’’.
Es así como se aprecia que lo que en verdad alegra y entusiasma al hombre descubridor no es otra cosa que la posibilidad, a través de la fe, la convicción y una infinita esperanza en la misericordia del Señor, de poder acceder al Reino de los Cielos, en este caso, a ese tesoro escondido en ese campo, que con completo regocijo y satisfacción el hombre se dispone a adquirir, dispuesto a dar por él todo lo que tiene (sin apegos materiales, sin servir al Dinero sino solamente a Dios y a su voluntad). Honrando así a la Escritura “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” Mateo 12:15. La verdadera riqueza es Dios. Apegados a él, ninguna tormenta nos podrá vencer. Ninguna enfermedad nos podrá derribar.
Ninguna pobreza será tan devastadora. No perdamos tal alegría y entusiasmo por nuestro Señor, no dejemos de lado lo grande y significante que es en nuestra existencia y para la misma, seamos agradecidos y honremos el privilegio de poder vender todo lo que tenemos y comprar ese campo donde está escondido el tesoro del Reino de los Cielos.
Versículos mencionados:
Mateo 13:44
El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo.