Los 7 pecados capitales
Los siete pecados capitales, conocidos también como los 7 pecados capitales, o simplemente, pecados capitales, son la clasificación que hace el cristianismo sobre los vicios en que pueden caer las personas. La palabra capital no hace referencia a que el pecado sea de mayor importancia, sino a que estos son el origen del resto de pecados, tal y como afirmó Santo Tomás de Aquino.
¿Cuáles son los siete pecados capitales?
Los 7 pecados capitales según la Biblia son
1. La soberbia.
2. La avaricia.
3. La lujuria.
4. La ira.
5. La gula.
6. La envidia.
7. La pereza.
La importancia de los pecados capitales se centra en la ruptura de la comunión con Dios, cuando pecamos el Espíritu Santo se entristece y su voz en nuestro interior queda en silencio, así que debemos proceder al arrepentimiento si deseamos vivir una eternidad con Dios.
Qué duda cabe que desde que el hombre es hombre, el pecado capital ha estado siempre presente en su persona. De hecho, incluso se podría decir que desde el hecho primigenio en el que Adán muerde la manzana que le dio a probar Eva, conforma en sí mismo todos y cada uno de ellos. Y, quién sabe, si quizá por ello, en la actualidad, en pleno siglo XXI, el hombre digital sigue condenado.
Algunas cuestiones primarias sobre los pecados
¿Son todos los pecados iguales?
El pecado mortal y el pecado venial
¿Me puedo ver afectado por el pecado?
Ni que decir tiene que, por norma general, tanto hombres como mujeres, tenemos a comportarnos de una manera, de un modo acorde con lo que se espera de nosotros. Sin embargo, resulta extraño ver como, por mucho que lo intentemos y por muchos esfuerzos que pongamos en ello, alguno de los 7 pecados capitales recaen sobre nosotros como una pesada losa ante la que, por mucho que nos cueste admitir, no podemos hacer nada. ¿O es que alguien, nunca mejor dicho, está libre de pecado? Por supuesto que no.
¿Son todos los pecados iguales?
Sería complicado decir cuál de ellos es peor o puede tener peores repercusiones. De hecho, y por comentarlos en el orden en el que los hemos mencionado decir que si bien es cierto que la gula muchos no lo consideran un pecado, en los libros sagrados sí se tiene en cuenta como tal.
Pero es que la avaricia, la codicia ni siquiera está bien visto en la sociedad de hoy en día. De hecho, el simple hecho de llamar a una persona avariciosa, puede incluso tener connotaciones un tanto peyorativas. Y qué decir de la ira, la cual, se podría considerar como uno de los pecados capitales por excelencia y ante la que nada podemos hacer cuando nos toca ya que, algo que no podemos describir nos invade y solo podemos desear que pase lo más rápidamente posible.
La pereza, para qué vamos a engañarnos, siempre nos llega a todos y cada uno de nosotros en algún momento de nuestra vida con las consecuencias, nefastas por cierto, que puede llegar a tener para muchos. Pero es que la lujuria no es mejor ya que nos puede crear muchos problemas. Unos problemas que vienen desde tiempos remotos ya que nunca ha estado bien visto por nadie.
Para terminar el repaso a la historia del pecado capital, no podemos dejar de mencionar la envidia y la soberbia. Dos pecados que para muchas personas pueden ir de la mano ya que uno puede ser incluso la consecuencia del otro. Es más, muchas de las personas que se las podrían considerar como envidiosas pueden ser al mismo tiempo soberbias ya que no aceptan el hecho de no ser mejor que alguien o no poseer aquello que otra persona sí posee.
Breve resumen de lo que supone cada pecado
El primero de los pecados, la soberbia, se trata de la sobrevaloración del Yo, creerse superior a todos los demás incluso ante Dios. La avaricia, es el deseo incontrolable por posesiones materiales. La lujuria, es el deseo desordenado de placer sexual. La ira es la combinación de odio y enfado descontrolado. La gula es el consumo excesivo e innecesario de alimentos, bebidas o sustancias. La envidia es el rencor o molestia por lo que otra persona posee. La envidia es el rencor o molestia por lo que otra persona posee. La pereza es el desanimo o tristeza hacia los esfuerzos físicos o espirituales.